¿Qué es el respeto?

¿Qué es el respeto?

Madre, médica y escritora a la que le encanta estar con los suyos.Soy una mujer que por fin,me permito ser quien soy, y que expreso mi experiencia a traves de escritos o mirándome en el espejo del otro.Entiendo la medicina como un estar al lado de la persona, cuando ésta lo necesita, permitiendo que sea por sí misma, consciente de por qué y para qué su enfermedad, dolencia, tristezas y/o miedos se encuentran en su vida en éste o en cualquier otro momento, ayudándole en su proceso.

A mi padre

A mi padre
Gelves, 9 de noviembre de 2009



Hola Papá:



Hace tiempo que no te escribo. La última vez fue cuando decidí dejar de ejercer la medicina porque no podía con el sufrimiento ajeno, ¿te acuerdas? Claro que sí, como no, si supuso para ti un gran dolor. Por entonces andaba yo sumergida en la noche oscura del alma, de mi alma, de la mía propia, sin saber por dónde tirar, a donde dirigirme con todos mis sentimientos a flor de piel. De eso, ya hace mucho, quizás, ¿10 o 11 años?



En ésta ocasión te escribo para decirte que decidí ser. Ya era hora de tomar parte en la vida que una eligió para vivir, como el mejor de los haceres posibles. Hoy te escribo papá para compartir contigo, lo que siempre fui y nunca reconocí, una médica escritora contadora de experiencias y sentimientos que surgen en respuesta a lo vivido. Tú mejor que nadie, sabes cómo soy y como siento. Tú viejito lindo, sabes de mis inquietudes y anhelos. Tú que decidiste cruzar a la otra orilla, ahora hace dos años, se que entiendes mi forma de hacer, de ser.



Comencé con éste escrito. Y lo hice en referencia a lo que tú significaste en mi vida, a lo que continúas siendo en ella. Quizás porque nos quedamos en paz, quizás porque nos lo dijimos todo. Quizás porque llegamos a comprender lo que es amar a alguien, por el simple hecho de existir. Quizás porque agradecimos estar juntos durante una buena parte de nuestras vidas, de nuestros caminos. Por todo y por nada, éste escrito es para ti, papá.



En realidad, es para mí, ya lo sabes, para poder tener la prueba física de que continúas cerca de mí, ahora que comienzo una nueva etapa, un nuevo ciclo, donde soy lo que soy, lo que vine a ser, yo misma.



Espero, bueno sé, que habrán muchas personas que estén interesadas en conocer la medicina que practico, porque yo misma probé de ella, la Medicina del Alma, la que sana desde dentro a fuera, dejando que fluya el maravilloso ser que somos. ¡Estarías sorprendido con las relaciones existentes entre lo no elaborado por nuestra mente, por nuestras emociones y las enfermedades consecuentes a dicha mala elaboración!



Y tú me dirás: “Al final dejaste la medicina tradicional…hija”



Pues sí, papá, la dejé. O mejor dicho me despedí de ella, como se despide una de la maestra de primaria cuando se va a comenzar la educación secundaria: con cariño y agradecimiento a lo enseñado. Eso ha sido para mí, mi carrera, un medio de aprender muchísimo sobre el funcionamiento y disfunción del organismo y las formas de abordarlo para que en lo más eficaz y prontamente posible vuelva al equilibrio.



Sin embargo, viejito, ¡hay tantos aspectos que no se tratan! ¡Tanta falta de escuchar lo que quiere decirnos nuestro cuerpo, nuestra alma! Que necesitaba encontrar un modo para poder comprender lo que es el ser humano, desde eso, una visión más humana, más divina, más UNO. Sin divisiones ni separaciones. Como un todo que es capaz de transmitir, de dar, de sentir, hasta el último suspiro que realiza.



Me siento bien, contenta por ser capaz de soltar, de poner en práctica el tan temido desapego, con algo tan llamativo en la sociedad como es dejar de ser un médico, como normalmente es entendido, para pasar a ser, ¿una filósofa de la salud, el sentimiento y el alma? Bueno, ¿por qué no? Si así me siento y así me reconozco, como una buscadora de verdades, que no de dogmas ni de criterios establecidos. Quizás me consideres una revolucionaria, aunque si vuelvo a sentir tu sentir, entiendo que sencillamente me consideres en lo que soy.



Gracias, papá, porque mucho de todo éste proceso de crecimiento te lo debo a ti. Elegimos a nuestros padres, y yo te elegí a ti. Ahora que estas, ahora que eres y entiendes, porque me gusta pensar que el estar al otro lado, en la otra orilla, te da el conocimiento y la capacidad de comprender lo bien que está todo organizado, sé que simplemente, eres conmigo.



Te quiero, viejito.

Hasta el próximo sueño que nos veamos de nuevo.



Un besito,



Tu hija María José.

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